Un último deseo
Bueno, Jorge, me pediste que te bailara una jota en tu funeral y lo he cumplido. Y si te soy sincera, no me ha salido tan mal, después de tantos años sin tocar las castañuelas. Pero este deseo tuyo no hubiera sido posible sin la ayuda inestimable del GFAA y parte de la familia. ¡Cuánta generosidad!
Soplan aires enrevesados, me siento triste y melancólica por tu ausencia, pero, al mismo tiempo estoy muy agradecida por haberte conocido y porque hayas sido mi compañero de danzas tanto tiempo.
Y es que la vida es como un baile. Unas veces giras a la derecha, otras, hacia la izquierda. Hay momentos en los que subes el ritmo y otros en los que lo bajas. Y así van pasando los años.
Nuestro baile ha sido intenso. En estas casi tres décadas, hemos vivido todo lo que nos hemos atrevido, no sin miedos ni temores, pero siempre con fuerza y determinación ante la adversidad, con los valores que nos ha enseñado la montaña, nuestra gran aliada.
Hemos aprendido mucho en esta gran aventura, que, sin lugar a dudas, ha estado regada con un alto sentido del humor, montañas de risas, pero sobre todo, por un inmenso amor. Nuestros tres maravillosos hijos -Santi, Paula y Cris- nos han mostrado, en numerosas ocasiones, cuál era el camino a seguir, y , aunque fuera el más largo o el más pedregoso, lo cogíamos sin pensar, para estar más tiempo con ellos, pulir nuestros desconciertos y seguir mejorando en nuestra labor de guías. Las enseñanzas de nuestro amado y fiel amigo Rufo han sido igual de válidas, curtiendo nuestra paciencia y humildad hasta sus últimos días.
Hoy se termina un ciclo. Voy vestida igual que el día que lo empecé, aquel 22 de febrero de 1997 en la iglesia de Sinues. Muchos de los que nos acompañan hoy, familiares y amistades, también estaban entonces. Algunos han recorrido con nosotros este trayecto, completo o por etapas y han compartido los momentos buenos y los no tan buenos. ¡Qué tesoro más preciado!, ¡Qué afortunados hemos sido, Jorge!
Pero este círculo que se cierra hoy, es simplemente un punto y seguido. Todas las vivencias, positivas y no tan positivas, todo el aprendizaje y la sabiduría adquiridos, las risas, el cariño y el amor sentidos con mayúsculas, están a buen recaudo en nuestra mochila.
Seguiremos subiendo montañas, sintiendo la fresca brisa en nuestros rostros, calentándonos con los potentes rayos del sol, deleitándonos con todos y cada uno de los sonidos que nos ofrece la naturaleza y embriagándonos con esa variedad de aromas que nos abraza cuando abrimos nuestros sentidos … y en todos estos instantes, tu legado, querido y amado Jorge, caminará siempre a nuestro lado.
Me despido con este poema escocés que te gustaba tanto:
“Puedes llorar porque se ha ido
o puedes sonreír porque ha vivido,
Puedes cerrar los ojos y rezar para que vuelva
o puedes abrirlos para ver todo lo que ha dejado,
Tu corazón puede estar vacío porque no lo puedes ver,
o puede estar lleno del amor que compartiste,
Puedes llorar, cerrar tu mente, sentir el vacío y dar la espalda,
o puedes hacer lo que a él más le gustaría: Sonreír, abrir los ojos, amar y seguir.”
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