El hilo invisible de los números
Mañana, 24 de marzo de 2025, cumplo 55 años. Es el primer cumpleaños que paso sin ti desde hace casi tres décadas. Va a ser extraño no oírte ni verte, pero te siento tan cerca que, en cierta forma, estarás a mi lado.
Hoy, domingo 23, lo he celebrado con Santi, Laila, Paula y Cris. Hemos pasado el fin de semana juntos en casa y hemos disfrutado con mayúsculas del simple hecho de estar juntos y tranquilos. Las tareas del jardín nos han entretenido, buen ejercicio físico al aire libre que nos ha abierto el apetito. Cocinar cosas ricas y saborearlas despacio y en compañía ha sido un gran reconstituyente, tanto para el cuerpo como para el alma. Cristina y Laila han hecho una tarta casera que estaba para chuparse los dedos: bizcocho de chocolate con un relleno de vainilla y todo cubierto de arándanos y frambuesas. ¡Cómo hubieras disfrutado!
Es bonito celebrar años. Nos recuerda la suerte que tenemos de seguir caminando por la senda de la vida en compañía de las personas que amamos. Este año la cifra es capicúa y eso me ha hecho pensar. La suma de los dos dígitos es 10, que a su vez es el número de la casa donde vivimos aquí en Suecia. A veces, los números parecen querer hablarnos y transmitirnos algún mensaje. Al principio de nuestra relación me llamó la atención que tú también naciste un día 24, pero del mes de agosto, nueve años antes que yo. Ya encontré un punto de unión, algo que nos conectaba.
Otra coincidencia en la que llevo tiempo pensando es el vínculo entre las fechas en que te conocí y en la que me despedí de ti. Ambas fueron un día once: el 11 de agosto, cuando coincidimos en la subida al Midí, aquella excursión que me marcó tanto, y el 11 de septiembre, cuando te acompañé en tu último suspiro. Qué coincidencia… Y si damos un paso más allá, al sumar ambos dígitos obtenemos el número 2: el primer funeral en Suecia fue el 20 de septiembre y el segundo, en Jaca, el 2 de noviembre.
Finalmente, otra observación que me persigue: hemos tenido 3 hijos y 1 perro, que sumados a nosotros 2 hicieron que durante mucho tiempo fuéramos 6 en la familia, la misma suma de los dígitos de nuestro día de nacimiento.
Después de ver tantas sincronías en estos números que me envuelven y parecen querer decirme algo, me he puesto a indagar y me he topado con la numerología, un conjunto de creencias que busca establecer una relación entre los números, los seres vivos y las fuerzas que nos rodean.
Según estas creencias, cada uno de estos números tiene un significado especial:
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2: Representa el equilibrio, la cooperación y la armonía. Simboliza la dualidad de los humanos y es la puerta de entrada a nuestras sensibilidades.
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6: Es el número de la unión y la conciliación. Une el cielo y la tierra, la mente y el corazón. Su esencia está ligada a la música, el arte y la creatividad.
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24: Vinculado a la intimidad emocional y espiritual. Su capacidad de dividirse en dos partes iguales sugiere la creación de un lazo profundo y equilibrado entre dos seres o entre una persona y su propia esencia.
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11: Representa la motivación y los impulsos internos, porque está conectado con nuestros sueños y deseos más profundos. Es un número que habla de los viajes del alma.
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10: Es el número de la transformación y la manifestación. Nos recuerda que tenemos el poder de construir la realidad que queremos.
Tal vez los números han estado susurrándome al oído desde siempre, trazando un mapa invisible de mi historia. Tal vez no son casualidades, sino señales de que todo ha estado entrelazado de una forma que solo ahora empiezo a comprender.
Hoy, a mis 55 años, miro atrás y veo cómo cada número, cada fecha y cada momento han tejido el hilo de mi vida. Y en cada uno de ellos, de alguna manera, sigues estando tú.
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