ESTE VERANO

 

ESTE VERANO


Petirrojos, lavanderas, carboneros, mirlos, torzales. Los cantos y los vuelos de estas pequeñas aves se dan relevo de forma sucesiva mientras las contemplo desde la terraza que da al jardín. Sus rápidos movimientos me mantienen alerta para no perderme nada. A su vez, los aromas de las lilas, las magnolias, el rododendro o las rosas silvestres me embriagan y me adormecen. El sonido de las hojas de los abedules y los serbales cuando son mecidas por la suave brisa me relaja, y me deleito con sus danzas tranquilas y apaciguadas.¡Qué espectáculo!

Dentro de unas semanas se podrán comer las grosellas, ya están empezando a madurar. Su sabor agridulce está siempre asociado a esta época estival. Para comer las manzanas habrá que esperar aún un par de meses. Luego llegarán los pasteles, las compotas, las manzanas asadas. Es nuestra forma de endulzar el otoño.

El agua del lago Borlången, que está cerca de casa, está templada este año. Hemos tenido temperaturas muy altas los meses de mayo y junio. Sumergirme en sus profundidades al amanecer es una experiencia renovante, que me activa el cuerpo y la mente y me estimula para emprender el nuevo día con energía. Parece mentira que sobre estas mismas aguas heladas me deslice con mis esquís durante las frías tardes de invierno.

Esta es la naturaleza que tengo a mi alcance este verano. Una naturaleza nórdica pero cálida, que me abraza a diario para envolverme y mantenerme despierta, atenta a lo importante, anclándome al presente, al aquí y al ahora.

La naturaleza pirenaica tendrá que esperar por ahora. Las altas montañas altoaragonesas no se van a mover de su ubicación. Allí estarán siempre las frescas y rápidas aguas de sus arroyos, el vuelo pausado y tranquilo del milano real o del quebrantahuesos, así como los movimientos kamikazes de los vencejos al caer el sol. Las hermosas flores edelweiss, los lirios, las gencianas o las prímulas seguirán creciendo en las laderas de estos macizos milenarios.

Las ascensiones pirenaicas, que han formado parte de nuestras aventuras estivales con la familia y las amistades, toman este año una pausa. A veces la vida te da un giro y te reta desafiante para probar tu valía, tu fuerza, tu resistencia. Pero los valores que me ha transmitido la montaña durante tantos años me han curtido y me han provisto de una fortaleza, tanto física como mental, para afrontar cualquier reto.

Este verano la naturaleza pirenaica la mantengo en mi memoria, en mi retina, pero es la nórdica la que me abraza y me transmite sosiego y paz interior.


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