VIVIR LA NATURALEZA: INSPIRACIÓN QUE FLORECE CADA DÍA

 



“Hay un libro abierto siempre para todos los ojos: la naturaleza.”—Jean-Jacques Rousseau

Vivir en contacto con la naturaleza es una sensación tan plena que una se acostumbra con una facilidad sorprendente. El día a día entre árboles, flores, aves y silencio no solo calma el cuerpo, también afina el alma.

Observar lo que ocurre alrededor —el lento brotar de una hoja, el canto matutino de un mirlo, la niebla sobre el campo— abre puertas interiores. De esas puertas nacen ideas, se moldea la creatividad y, casi sin buscarlo, surgen nuevos proyectos. A veces, incluso, aparece una filosofía de vida.

La naturaleza como arte y sabiduría

Hay algo profundamente artístico en ella. Más aún: profundamente sanador. Alimenta el alma de un modo que ni la catedral más majestuosa ni el museo más vasto podrían igualar. Es belleza viva, cambiante, humilde y sabia.

Muchos han sentido esta llamada. Autores como Juan Ramón Jiménez, Lorca o Bécquer hallaron en ella una musa generosa. Hoy, el llamado Nature Writing —esa escritura que reflexiona sobre la relación entre el ser humano y el entorno natural— tiene en Beatriz Montañez y su libro Niadela un ejemplo contemporáneo e inspirador.

También en la música: Amaral, en su disco Dolce Vita, deja que la naturaleza atraviese muchas de sus letras. Una de mis favoritas, Pájaros, dice:

“Pájaros que traen mensajes, aunque nadie quiera oírlos...”

Y, aunque yo no sea poeta ni cantante, siento que esa conexión que experimento cada día no es distinta a la de quienes crearon grandes obras antes que yo.

Estaciones que enseñan

Cada estación del año tiene su propio misterio. Me encantan todas, aunque siento un cariño especial por el invierno, tal vez por esa relación íntima que tengo con la nieve.

Pero la primavera trae un mensaje que nunca puedo ignorar: la renovación, el crecimiento, la esperanza. El verde explosivo de los abedules, serbales, hayas y robles me envuelve cada año como una capa mágica que me sugiere suavemente: “vuelve a empezar”.

Y luego llegan los aromas —rododendros, lilas, nomeolvides, jazmines— y la sinfonía de gorriones, ruiseñores, petirrojos. Es un espectáculo que me recuerda, día tras día, la belleza de simplemente estar viva.

Un jardín que sana

Sentarme en la terraza del jardín, con los ojos bien abiertos y los sentidos despiertos, es para mí un acto de presencia total. El trabajo entre flores, el contacto con la tierra mojada, el vuelo rasante de una picaraza buscando alimento… Todo eso es medicina.

“La naturaleza es mi medicina.”—Sara Sos

Sí, lo es. Me cura, me sostiene, me inspira.

No se trata de idealizar la vida entre árboles. Se trata de mirar con atención, de aprender a ver lo invisible, de dejarse tocar por lo esencial.A veces basta con abrir una ventana. O salir a un parque. O simplemente cerrar los ojos y escuchar.

¿Y a ti? ¿Qué te dice la naturaleza cuando logras detenerte y escucharla?

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