ONCE DEL OCHO. LA CORDADA


Once del ocho: la cordada.

 

Hay días que nacen como cualquier otro y acaban convirtiéndose en abrazos que duran toda una vida. La madruga de aquel once del ocho me desperté sin sospechar que estaba a punto de vivir una jornada que cambiaría el rumbo de mi vida para siempre. El destino me puso, sin previo aviso, frente a quien después sería vuestro padre.

La historia de ese día en la montaña la habéis escuchado incontables veces en nuestras reuniones familiares. Y sabéis que las casi tres décadas que siguieron a aquel domingo estival han sido, sin duda, las más felices de mi vida.

Caminar junto a él por tantos y tan diversos senderos me forjó como ser humano, me ayudó a crecer, a ser mejor persona y me transformó profundamente como mujer. Pero, sobre todo y sin ninguna duda, lo mejor de esta travesía habéis sido vosotros tres.

En los primeros años de vuestra infancia me hicisteis sentir infinitamente admirada, necesitada, útil y, sobre todo, amada. Aquellas miradas vuestras lo decían todo sin pronunciar palabra. Luego llegó la adolescencia: las miradas cambiaron, llegaron los silencios, los caminos pedregosos y los momentos difíciles. Aun así, allí estuve, firme, con papito a mi lado y sin soltar la cuerda, para que ninguno se desviara de la senda. Me habéis enseñado tanto, mis pequeños saltamontes, que ninguna palabra bastaría para agradecerlo. Y así, paso tras paso, hemos llegado hasta aquí, a vuestra edad adulta. Hoy, además del amor inmenso que siento, me invade una profunda admiración: por cómo seguís avanzando a pesar de las dificultades; por la manera en que cada uno encuentra su rumbo; y por cómo os cuidáis y sostenéis mutuamente.

Este once de agosto de 2025 nos falta PAPITO: el miembro en la cordada más fuerte y esencial. Pero no nos hemos detenido. Seguimos caminando, quizá un poco más despacio, lamiendo nuestras heridas, pero con la mirada fija en el horizonte.

En menos de un año alcanzaremos juntos el hito más alto de nuestra historia. Las montañas más bellas y espectaculares del universo nos esperan. Y cuando estemos allí arriba, a casi 6000 metros de altura, papito sonreirá desde donde quiera que esté y pensará: Esa es mi cordada querida, la que empezó subiendo el Midi d’Ossau y sigue avanzando sin reblar.

Gracias por tanto, mis queridos y amados Santi, Paula y Cris. 

Siempre p’alante. 💚💚💚

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

DONDE HABITAN MIS MARIPOSAS

Migraciones del alma: aprendiendo de la naturaleza

Escribir para comprender y acompañar.