VIAJE AL SUR: Granada


 LA RUTA DE LAS GRULLAS

VIAJE AL SUR

Capítulo 2


Granada: entre la hospitalidad y el embrujo andalusí

Sábado, 25 de octubre — Rumbo al corazón de Andalucía

Después de un suculento desayuno a orillas del tranquilo mar Mediterráneo, con el estómago satisfecho y el corazón pleno, emprendemos la ruta hacia nuestro próximo destino: Granada.

Por el camino hacemos una parada en Padul, un típico pueblo granadino de donde son originarios nuestros amigos Salvador y Toñi, que viven en Gislaved (Suecia) con sus hijos Paloma y Julio. Gracias a ellos, pudimos conocer de cerca la vida y la calidez de la gente de esta región.

Padul y el eco del mamut

Al llegar, contactamos con Francis, cuñado de Salva y Toñi. Mientras lo esperamos en la plaza del Ayuntamiento, nos llama la atención una enorme estatua de un mamut. Nos cuenta luego que el pueblo ha creado toda una ruta circular en torno a los restos de este animal prehistórico, símbolo local que da nombre a la “Ruta del Mamut”.

💡 Nota de viajera:Padul forma parte del Parque Natural de Sierra Nevada. Su ruta del Mamut y las lagunas cercanas son perfectas para caminar y observar aves.

Francis nos propone visitar un pueblo cercano, Conchar, donde su madre nació y donde conoce un restaurante familiar. Nos dejamos guiar, y la decisión no pudo ser mejor.

Conchar, entre conchas marinas y calles blancas

Tanto Padul como Conchar conservan el encanto de los pueblos andaluces: casas encaladas, flores en las ventanas y patios perfumados. Conchar es más pequeño, y nos invita a recorrer sus calles estrechas hasta llegar a La Huertecilla, un restaurante de comida casera donde Francis conoce al dueño.

Mientras esperamos, nos explica la costumbre local: en Andalucía, la bebida siempre va acompañada de una tapa. En este caso, nos sirven dos platitos de paella para empezar. La tradición manda compartir desde el plato central, pero mis amigas suecas se sirven cada una en el suyo. “Ya saben que no somos de aquí”, bromea Francis.

🍷 Costumbre local:En Granada y sus alrededores, cada consumición viene con una tapa gratuita. ¡Una delicia cultural que hay que saborear con calma!

La comida transcurre entre risas, historias y nuevas amistades. Después del postre, Francis y su esposa Teresa nos invitan a su casa en Padul.

Café y granadas en Padul

En el camino, nos detenemos ante una antigua calzada romana, donde aún se distinguen las marcas de las ruedas de los carros. Huellas silenciosas del pasado.

En su casa, Teresa nos recibe con una sonrisa luminosa. Nos muestran orgullosos su hogar, diseñado y construido por ellos mismos, lleno de detalles andaluces: mosaicos de piedra blanca y negra formando flores y estrellas mudéjares, macetas con olivos y una fuente de piedra de una sola pieza.

Ambos trabajan duro —él como mecánico, ella en un supermercado—, pero su hospitalidad es inmensa. Tomamos café, probamos dulces típicos y charlamos como si nos conociéramos de toda la vida.

Momento inolvidable:Antes de despedirnos, nos regalan unas granadas enormes, rojas y brillantes. Su gesto resume lo que sentimos ese día: la generosidad andaluza en su máxima expresión.

Con ese bonito recuerdo, seguimos rumbo a la ciudad de Granada, donde nos espera La Posada del Toro, nuestro alojamiento para las dos próximas noches.

El hotel está en pleno centro, a pocos minutos del Paseo de los Tristes, que serpentea junto al río Darro con vistas a la Alhambra. La noche es templada, y salimos a saborear el ambiente granadino. Terminamos el día en una tetería árabe, compartiendo pan de pita con falafel y unas cervezas sin alcohol.

Marianne ha preferido quedarse en el hotel. La reciente pérdida de su pareja, Bo, aún pesa en el ánimo. La comprendemos y la arropamos en lo posible: hay duelos que también necesitan silencio.

 

Domingo, 26 de octubre — El embrujo de la Alhambra

Nos levantamos ilusionadas. Después de un desayuno con tostadas de jamón, tomate y aceite de oliva, emprendemos el camino hacia la joya del arte andalusí: la Alhambra.

La Alhambra: un sueño de agua y piedra

Visitar la Alhambra es como entrar en un sueño suspendido en el tiempo. Desde la colina, sus murallas rojizas dominan Granada, y al recorrer sus patios y palacios se comprende por qué este lugar fascina desde hace siglos.

Los reflejos del agua, los mosaicos geométricos y las inscripciones árabes narran historias de un pasado nazarí lleno de belleza y misterio. Caminamos entre el Patio de los Leones y los Jardines del Generalife, con el sol dorando las torres y el aroma de los cipreses en el aire.

🌿 Impresión personal:“Fue una de esas visitas que dejan huella, donde el arte, la historia y la amistad se entrelazan bajo la luz de Granada.”

Encuentros viajeros

Durante el recorrido, conocemos a una pareja de canadienses a quienes pedimos que nos hicieran una foto. Charlamos un rato: viajan por España y luego seguirán hacia Portugal. Aman las montañas, suelen ir a México y chapurrean algo de español. Es uno de esos encuentros breves y amables que dejan una sonrisa en el recuerdo.

Tarde de lluvia y flamenco

Tras la visita, paseamos por el casco viejo, cerca de la Catedral. Gunilla compra un vestido de sevillana para su nieta Astrid, justo antes de que empiece a llover. Comemos en el restaurante Verde Rama, acogedor y tranquilo, donde el tiempo parece detenerse.

Más tarde, pasamos por la plaza donde está la estatua de Pedro Gil, el aguador, y recordamos a Barbro, que estuvo allí con Marianne en un viaje anterior. Nostalgia y ternura se mezclan con la lluvia. El vestido de flamenca que ha comprado Gunilla es la excusa perfecta para echarnos también unas risas. Nosotras nos entendemos.

Después de descansar un rato en el hotel, nos espera una noche mágica en una cueva del Darro, donde asistimos a un espectáculo de flamenco.

El cante, el taconeo, la guitarra… todo vibra de emoción. La pasión y el sufrimiento se entrelazan en cada nota. Siento la piel de gallina: la guitarra me atraviesa como un hilo invisible.

💃 Vivir el arte:El flamenco en la cueva no se contempla: se siente. Es un lenguaje de alma a alma.

La Alhambra bajo la luna

Para cerrar el día, caminamos por las calles empedradas del Albaycín, subiendo hasta el mirador de San Nicolás. Desde allí contemplamos la Alhambra iluminada, majestuosa sobre la colina. Las luces doradas, los cármenes silenciosos y el cielo oscuro crean una imagen imposible de olvidar.

🌙 Reflexión final:Granada se queda en el alma como un eco de belleza y emoción, un lugar donde la historia late y el presente brilla con luz propia. 


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