VIAJE AL SUR: Jaén
JAÉN: Tierra de olivos, historia y naturaleza
Lunes 27/10 – Rumbo al corazón del olivar
Despertamos un día más con la sensación placentera de haber descansado como
en casa. Desayunamos en el comedor del hotel, con vistas a un típico patio
andaluz vestido de cerámica, mosaicos y macetas llenas de color que aportan un
encanto especial a esta acogedora Posada del Toro. Con el estómago satisfecho y
el ánimo elevado, nos dirigimos al aparcamiento para continuar nuestra ruta
hacia el próximo destino: Jaén.
Al dejar atrás Granada —ciudad que nos ha regalado tantos buenos momentos—
avanzamos por carreteras andaluzas que nos conducen hacia el universo
infinito de los olivares. Subimos por una carretera sinuosa hacia el puerto
de la Mata y, obligadas por la belleza, paramos en un alto para contemplar el
paisaje. Delante de nosotras se extiende un mar de olivos, perfectamente
alineados, con tonos que van del verde claro al oscuro. Nos quedamos sin
palabras. ¿Cómo es posible tanta armonía?Como si fueran notas en una partitura,
intentamos “leer” ese paisaje inmenso que parece sonar dentro de nosotras y
alimentar el espíritu.
Tras una sesión de fotos, descendemos hacia Puente del Obispo para
visitar el Museo de la Cultura del Olivo. Allí nos adentramos en la
historia de este árbol milenario, las variedades de sus frutos y la joya de la
corona: el aceite. Conocemos los métodos tradicionales de recogida, extracción
y conservación. Es una visita muy enriquecedora.
Satisfecha nuestra curiosidad, seguimos hacia uno de los grandes atractivos
de la provincia: BAEZA, joya renacentista y Patrimonio de la Humanidad.
Pasear por esta villa es viajar en el tiempo. La puerta de la muralla, la sede
universitaria de Antonio Machado, la Catedral de la Natividad de Nuestra
Señora… Cada rincón es una lección de historia. Las calles empedradas y las
casas palaciegas con fachadas platerescas nos hablan del talento de los
maestros artesanos de la época.Cuánto sabían, qué pocos recursos tenían y
cuánta belleza fueron capaces de crear.
En la oficina de turismo conversamos con el personal, siempre amable, y
después nos dejamos llevar por el estómago hasta la terraza de un restaurante
tradicional. Cuando sirven las bebidas, Gunilla se sorprende al ver hielo en la
copa de vino. Parece ser algo habitual en la zona, quizá por el calor. Ella
decide beberlo sin hielo para saborear bien ese “oro líquido”.
La comida discurre entre risas y recuerdos que ya van llenando nuestro
cuaderno de viaje. Este recorrido nos está regalando momentos que alivian
nuestras penas y ausencias.
Antes de irnos, buscamos la estatua de Antonio Machado, sentado en
un banco, leyendo. Inmortalizamos nuestro paso por la ciudad y leo a mis amigas
un fragmento de Caminante, no hay camino. Marianne, Kerstin y Gunilla
escuchan con atención. Aprovecho y les hablo del poema Andaluces de Jaén,
de Miguel Hernández. Esta pequeña clase improvisada de español me llena de
ilusión.
Llegamos por fin a Jaén, cansadas pero felices por todo lo
aprendido. Nos alojamos en el Hotel Europa, en pleno centro. Tras comprar
algunas viandas en un supermercado, cenamos algo ligero en la habitación y nos
rendimos al descanso. Mañana nos espera una jornada de senderismo en la
naturaleza exuberante del Parque Natural de Cazorla. Necesitamos recuperar
fuerzas.
Desayunamos en una cafetería cercana al aparcamiento y retomamos el viaje.
Nuestra primera parada del día es Peal del Becerro, donde compramos pan
en una panadería artesanal. Los dueños son encantadores; conversamos un rato y
compartimos detalles de nuestro viaje. Esta cercanía espontánea es una
constante en Andalucía.
Nos adentramos en el Parque Natural de la Sierra de Cazorla,
mientras castillos coronan las montañas como guardianes del paisaje. En Cazorla
iniciamos el Sendero del Cerezuelo, que discurre por la vega del río
hasta la Cascada de la Malena. Aunque no era la ruta prevista —en un
principio queríamos hacer la Ruta del río Borosa—, las circunstancias nos
llevaron a cambiar los planes y, para nuestra sorpresa, resultó ser un acierto
absoluto. A veces la vida nos desvía del camino pensado, y sin embargo nos
regala experiencias igualmente gratificantes.La vegetación es
exuberante, el bosque luce sus colores otoñales y el agua del río desciende en
torrentes que acompañan nuestro avance con un murmullo constante.
Llevamos comida de alforja y caminamos sin prisa. A mitad del sendero,
Marianne, Kerstin y Gunilla deciden regresar y yo continúo sola. El camino se
vuelve íntimo: mariposas y libélulas me acompañan entre claros de luz. Es un
tramo mágico, uno de esos momentos que solo la naturaleza puede ofrecer.
Nos reencontramos en la plaza. Cazorla es un pueblo de montaña con
calles estrechas y empinadas. La gente es amable, conversa con calma, sin
prisas. Se respira calidad de vida.
De vuelta en Jaén, paseamos al anochecer. Al pasar por la calle de los
Molinos, mis pensamientos vuelven a mis hijos. Siguen conmigo, siempre.
Cenamos en La Maestra, donde probamos unas exquisitas croquetas de
jamón —quizás las mejores del viaje—. El camarero nos atiende con una
amabilidad que agradecemos tras el cansancio del día.
Terminamos la jornada contemplando la Catedral de Jaén iluminada. Es imponente, majestuosa, una imagen que queda grabada. Mañana, antes de continuar hacia Córdoba, haremos la visita obligada a esta monumental belleza.
Al llegar al hotel, leo una noticia sorprendente: un fotógrafo ha logrado captar la imagen de un lince blanco en los montes de Cazorla. ¡Nosotras hemos estado allí ese mismo día! Qué impresión. Me pregunto si nos habrá visto, observándonos desde su escondite secreto. Con ese pensamiento cierro los ojos y me sumerjo en mis sueños. Quizá esta noche me encuentre con él.
Resumen Jaén: https://www.instagram.com/reel/DQXqVP4iAoT/?utm_source=ig_web_button_share_sheet&igsh=MzRlODBiNWFlZA==
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