Lo cotidiano
Amo lo
cotidiano.Te levantas temprano un día cualquiera y, después de asearte, te
diriges lentamente a la cocina.Te preparas un sencillo desayuno y te sientas
con la intención de disfrutar de ese pequeño instante. Tu amigo fiel te sigue y
se sienta a tus pies, igual hay suerte y cae algo. Huele a café y pan tostado,
pero el silencio te envuelve como una rebeca de perlé para calentarte.
Los
pensamientos te atrapan, miras por la ventana e intuyes que debe de hacer frío
ahí fuera. Un sorbo del café caliente te recuerda lo afortunada que eres. Te
resistes a poner la radio. Deseas que ese momento mágico, íntimo y personal que
te pertenece no se extinga. No quieres que la voz metálica te devuelva a la
realidad y te despierte.
Otro sorbo de
la taza humeante te transporta a otras épocas, otros lugares, otros
sentimientos, pero enseguida regresas. Sientes todavía el calor en tus manos
que transmite la loza y vuelves a mirar por la ventana. Estás aquí y el momento
es ahora. No dejas que la nostalgia te paralice.
Un mordisco en
la jugosa tostada de tomate, aceite y sal te lleva, de forma súbita, a tus
deberes inmediatos, tus «tienes que». Una sensación extraña se apodera de ti.
Con lo bien que se está aquí. Solo quieres quedarte un ratito más, aquí, ahora.
Sin embargo, miras el reloj y lo sabes. Hay que ponerse en marcha. Se inicia el
complejo mecanismo de la jornada y te dejas guiar. Terminas el suculento y
sencillo manjar y recoges todo detrás de ti.
Antes de
apagar la luz, miras de nuevo ese rincón mágico del hogar y piensas: «Mañana
volverá a ocurrir». ¡Cómo amo lo cotidiano!
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